
No se trata de un autor desconocido entre nosotros. Tal vez por su cercanía a los poetas hispanoamericanos (fue amigo personal de Octavio Paz, con quien trabajó el volumen New Poetry of Mexico, 1970), a sus lecturas de Borges y Alberti (a quienes ha dedicado ensayos y traducciones), o a sus viajes a Lima (donde nació el proyecto de 18 Poems from the Quechua) y a Río de Janeiro (donde conoció la obra de Drummond de Andrade, a quien tradujo en colaboración con Thomas Colchie), la poesía de Strand tiene detrás del idioma y de su idiosincrasia norteamericanos cierto aire de familia que le permite ingresar en nuestra sensibilidad sin necesidad alguna de llamar a la puerta. Esta amplitud de intereses -que va de la mano con su curiosidad intelectual- lo sitúa en un lugar de excepción en la tradición poética norteamericana. Equidistante del meditado pictorialismo de Stevens (a quien admira) y del desgarramiento confesional de Ginsberg, la poesía de Strand se encuentra atravesada por una mirada oscura (de hecho, uno de sus libros más inquietantes se titula Darker) que a fuerza de ennegrecer lo mirado le devuelve un inesperado.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.