
Durante los últimos meses de 2009 la búsqueda de la fosa de Federico García Lorca, iniciada aquel octubre, fue seguida con enorme expectación tanto en España como fuera. Estuvo envuelta, sin embargo, en un espeso secretismo exigido por la Junta de Andalucía en deferencia a los herederos del poeta, opuestos a la excavación. Oficialmente no se buscaba a Lorca sino a uno o más de sus compañeros de infortunio. Fue un despropósito. La Junta incluso llegó a declarar que, de encontrarse los restos del poeta, no lo podría anunciar públicamente. Pero no se encontraron. La preparación de la búsqueda había sido defectuosa y la zona investigada demasiado restringida. No apareció un solo hueso en el paraje explorado. Entretanto, debido al hermetismo institucional, salían a la prensa, día tras día, una abigarrada sucesión de bulos y contradicciones. Ian Gibson, pese a tener la Medalla de Andalucía por sus trabajos sobre Lorca, empezando con su célebre estudio del asesinato, no fue consultado en relación a la fosa. Para poder aguantar el estrés de aquellos meses decidió llevar un diario del.
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